Sobre mí

Mamá primeriza a los treinta y pocos, desde pequeña he sabido que "De mayor voy a ser mamá". Este objetivo no excluía otros como: peluquera, maestra, gimnasta olímipica, astronauta, abogada, activista de greenpeace o agente del seprona.

Con los años, me auto-impuse unos límites: no antes de los 28 y no después de los 35. 

El primer límite, dentro de la arbitrariedad, tenía unas bases familiares: ni mi madre ni mis hermanas tuvieron a sus hijos antes de esa marca (bueno, a una le faltaba un mes y medio para cumplirlos, pero no hay que ponerse tiquismiquis). Además, coincidía con lo que yo más o menos tenía en mente en cuanto a mis metas profesionales: finalizar mis estudios y conseguir un trabajo que me permitiese independizarme y vivir cómodamente.

El segundo límite tenía que ver con la edad de mis padres cuando me tuvieron a mí. Me explico. Yo fuí un descuido. Mi madre tenía 48 años recién cumplidos cuando yo nací. Y mi padre 50. Sé que, aunque no era esperada, sí que fuí deseada. Me han querido, me han cuidado, me han educado como los mejores padres que hay en el mundo. Pero han sido unos papás mayores, con las limitaciones que eso supone. Tengo un recuerdo muy vívido de una tarde en la que volvía con mi madre del colegio y nos encontramos con una señora, madre de un compañero del cole, que me miró y  me dijo
¿Quién ha venido a recogerte, tu abuelita?
Y yo le contesté, con un ligero mal genio que aún mantengo:
No, es mi madre.
Ese día decidí que yo no iba a ser una mamá mayor.  

Claro, que ahora que tengo a mi Peque, me gustaría que tuviese algún día un/a hermanito/a. Y a lo mejor ese límite de 35 se relaja un poco. Pero no mucho.

Durante años, en las reuniones familiares tipo comuniones, bodas, etc. hubo dos preguntas estrella que siempre, irremediablemente, me hacían. La primera: "¿Tienes novio?" que se transformó en "¿Cuándo te casas?" cuando el "No" de la primera pregunta se tornó en "". La segunda pregunta era "¿Qué estás estudiando?", que después de oir la respuesta "Ciencias Ambientales", iba seguida por una tercera "Y eso, ¿para qué sirve?".

Buena pregunta... Creo que mi madre nunca supo que era lo que había estudiado. Tenía que ver con las plantas y los animales, eso que llaman medioambiente. Los ambientólogos somos los profesionales del medioambiente. Está claro, ¿no? Esto se traduce en multitud de ramas profesionales, así que creo que es más fácil explicar a qué me he dedicado mientras he estado trabajando.

Por una serie de decisiones, acabé trabajando en un parque natural protegido. Allí me dedicaba, principalmente, a la Educación Ambiental. He hecho talleres, rutas guiadas, juegos... todo para intentar transmitir a los visitantes, niños y mayores, cuáles eran los valores ambientales que habían hecho que ese lugar fuese merecedor de ser protegido. Lo cual no es fácil.

He de reconocer que fue mi trabajo soñado.

Y digo fue. Porque ya no lo es. A causa de la crisis, y los malditos recortes en la administración pública, he acabado siendo una más de la lista de afectados de un ERE. Así que ahora estoy en el paro, en el Paro Biológico. Porque algo tiene de bueno, y es que puedo estar con mi Peque en estos meses tan importantes de su aún breve vida.

Y pienso aprovecharlo todo lo que pueda.

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