I de intranquilidad

Tranquilo, la. (Del lat. tranquillus).

1. adj. Quieto, sosegado, pacífico.
2. adj. Dicho de una persona: Que se toma las cosas con tiempo, sin nerviosismos ni agobios, y que no se preocupa por quedar bien o mal ante la opinión de los demás.

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A esta chica se le ha ido la olla. ¿No había puesto en el título intraquilidad?

Pues no, tranquilos, no nos pongamos nerviosos, que lo hago para no agobiaros con definiciones encadenadas que tanto gustan a los académicos de nuestra lengua.

Suelo vivir en un estado de preocupación casi permanente. Soy intranquila, no lo puedo evitar. Le doy vueltas a la cabeza imaginando situaciones posibles, algunas personas cercanas dice que con cierta tendencia al catastrofismo. No lo negaré, pero creo que más que negativismo es realismo. O eso quiero pensar yo.

El caso es que para una vez que yo tenía más o menos controlado lo de la negatividad y el catastrofismo, la cruda realidad me dio un bofetón y me despertó de mi particular cuento de la lechera. Me explico.

Cuando me quedé embarazada tenía trabajo. Es verdad que el asunto no pintaba bien, pero bueno, no iba a preocuparme demasiado. Empecé a hacer mis cábalas.

Cuando tenga al niño tengo la baja por maternidad, que según mis cálculos es hasta mediados de enero, si no se me adelanta. Le sumanos el permiso por lactancia, que lo acumularé en días, más las vacaciones no disfrutadas. Y ya nos plantamos marzo del año que viene, con casi 5 meses el niño. Así no tengo que llevarlo a la guardería con 3meses, tan pequeñito, qué penica. Porque a lo mejor el Papá sigue en el curro este que le ha salido. Ojalá. Luego a mi me tiran otra vez al paro en abril, otros 3 meses, porque está claro que mejor que este año no va a ir. Y cuando acabe el paro pillo las vacaciones del año que viene. Y ya tenemos al nene con casi 9 meses, que ya será un hombrecillo. Y si le va bien en el trabajo, pues hasta me pido una excedencia...

Que como plan no estaba mal. Sólo me quedaba el fleco del mes de marzo de 2013, en el que yo estaría trabajando y el Papá también.Y eso es lo que me generaba una intranquilidad enorme.

¿Y qué voy a hacer con el nene ese mes? ¿Dónde lo voy a dejar? Porque no tenemos abuelos con los que poder contar. Mi padre ya no está para esos trotes. Y mis hermanas trabajan, aunque una va a turnos, y a lo mejor... Pero ¿y los días que no pueda? En una guardería... ¿Pero lo cojerán para unos días? ¿Me tocará buscar una niñera?...

Y así estuve una temporada, dándole vueltas e intentando buscar una solución, hasta que en julio del 2012, a los 7 meses de embarazo, saltó la liebre: la empresa pública en la que trabajaba anunció un ERE debido a la situación de recorte presupuestario que se avecinaba.

Pensaréis que en ese momento sí que debía estar intranquila, por no saber cuál iba a ser mi futuro laboral, si iba a trabajar el año siguiente o no. Pues no fue así. Lo que me preocupaba en realidad era saber con quién iba a dejar a mi niño, tan pequeñín, cuando trabajase. Pero ya no lo tendría que dejar. Porque, aunque aún no se sabía a quién iba a afectar el ERE, yo sabía que me tocaba seguro.

Y sigo tranquila. Ya no me preocupo tanto. Y llevo ya medio año en paro.